La Disciplina Positiva es una metodología muy al estilo La Salle, promueve educar con amabilidad y firmeza tal cual lo proponía nuestro santo fundador, “con la dulzura de una madre y la firmeza de un padre”.

Te invitamos a conocer un poco de esta propuesta tan interesante y valiosa, que te ayudará como padre y educador a encontrar caminos cuando tus hijos o alumnos tengan problemas o dificultades en la conducta, en la expresión de los afectos y en la interacción social.

Nadie nace sabiendo educar, pero reconocemos que estamos en un momento privilegiado de la historia humana, que nos proporciona información valiosa sobre este proceso, que nos invita a parar y pensar cómo estamos llevando este proceso educativo con nuestros hijos y alumnos.

La Disciplina Positiva es un regalo para la vida, ya que a través del proceso educativo permite que el adulto y el niño crezcan con cada problema y con cada situación, además de ser el abono con el que se alimenta el vínculo afectivo, permite que cada uno conozca sus afectos, sus recursos, caminen hacia metas juntos y sean personas de impacto social positivo.

Las creadoras del término Disciplina Positiva son Jane Nelsen y Lynn Lott. Los principios de la Se Según Marisa Moya, la Disciplina Positiva se orientan a atender necesidades humanas que aparecen desde la infancia y continúan hasta la adultez, por eso, podría decirse que la disciplina positiva y sus principios se enfocan en dar coherencia y favorecer un vínculo positivo en las relaciones humanas. Entre los principios básicos de este enfoque se encuentran los siguientes:

  • Todos necesitamos conexión: es decir vincularnos, sentirnos parte de un grupo, requerimos sabernos queridos, atendidos, cuidados, aceptados. Sin la conexión sería imposible sobrevivir para un bebé humano, solo lo logramos por medio de las atenciones que nos brindan nuestros cuidadores primarios. Durante toda la vida el ser humano está en  búsqueda de la pertenencia, con su grupo de amigos, su trabajo, su pareja, sus hobbies, etc. Es por eso que en la disciplina positiva se ha énfasis en crear una relación positiva entre el niño y el padre o educador como base del proceso disciplinario.
  • Las personas necesitamos respeto muto: estas relaciones no se desarrollan por lo que decimos, si no, se basan en lo que hacemos día a día.  Por lo que los adultos tienen que generar experiencias de convivencia dónde se integren la amabilidad y la firmeza.
  • Los niños y jóvenes necesitan saber que sus sentimientos fueron comprendidos: la mayor parte del tiempo, los adultos solo observan la conducta de sus hijos o alumnos, pero es necesario aprender a identificar cual fue la emoción que movilizó u originó esa conducta.
  • Los niños y jóvenes, junto con los adultos, necesitamos desarrollar habilidades: que nos permitan sentirnos valiosos y capaces, esto nos lleva a preguntarnos ¿cómo acompañamos a nuestros hijos y alumnos en el proceso de desarrollo de sus habilidades? Para esto podríamos tener alguna de las siguientes respuestas:  dejo al azar, al destino o a las circunstancias el desarrollo de sus habilidades, por lo tanto, no me involucro; considero que es muy importante que mi hijo desarrolle habilidades para poder hacer frente a los peligros y a las circunstancias actuales, por lo tanto, lo presiono e intento controlarlo ya que soy yo quien sabe lo que es bueno para él; o termino haciendo las cosas por él. Los padres y los hijos necesitamos desarrollar habilidades socioemocionales, ya que estás nos permitirán prosperar en la vida. Estas habilidades se desarrollan en el quehacer cotidiano, con el modelo que ven en casa y en el colegio, imitando y haciendo. El adulto tiene un rol muy importante, de mediador, es decir es el que acompaña siempre en el proceso de desarrollo de habilidades, agregando ingredientes clave como la confianza y el afecto. Para desarrollar habilidades socioafectivas en los niños y los adolescentes debemos empezar por nosotros, un pregunta clave es ¿cuáles son las conductas o acciones que realiza mi hijo o mi alumno, que generan en mí nerviosismo, enojo, pérdida de control, ira, frustración, desesperación, etcl? Otra pregunta clave que nos permite crear un plan de acción es ¿qué cualidades queremos regalarles a nuestros hijos o alumnos para que tengan una vida plena?, para lo cual es importante notar, que, de todas las cualidades humanas, el hombre no nace con ninguna, estas se forman y este proceso de formación se cose a fuego lento.
  • Vivir los problemas como una grandísima oportunidad para aprender o inspirar, inclusive para observar lo que hacemos: este proceso solo se logrará si el adulto es capaz de regular sus propias emociones, para poder tratar con sumo respeto en los momentos de dificultar y así abrir la puerta al diálogo y la comunicación. El adulto es quien modela al niño “tu calma, es mi calma”.  El conocimiento de nuestras emociones, nos llevará al reconocimiento de nuestras creencias, que también están de fondo en la forma en la que reaccionamos ante diferentes circunstancias. Solo desde la autorregulación y el autoconocimiento podremos proponer límites que tienen sentido para la vida, evitando plantearlos como reglas rígidas, inamovibles, desde una perspectiva unilateral, donde se espera absoluta obediencia, ya que esta obediencia estará basada en el miedo y la culpa, pudiendo generar en nuestros niños y jóvenes sumisión o rebeldía. Entonces ¿cómo podemos plantear una pauta o un límite que sirve para la vida? Tomando en cuenta que:
  • El proceso de construcción de normas va siendo interiorizado por los niños a medida que estas van cobrando sentido para su vida, es decir, que generan motivación para esforzarse por cumplirlas. Para que se genere esta motivación, estas normas o límites deben llevarme a saber cómo hacerme respetar, me permiten sentirme seguro, comprender a los demás, conducirme adecuadamente en mi comunicada contribuyendo de forma positiva, sintiéndome útil y participante del bien común.
  • Los límites tienen que ir acompañados de alternativas, no pueden limitarse a un absoluto “no”. El adulto tiene que proponer otras opciones de conducta o respuesta.
  • Para que los límites sean acogidos por los niños se les tiene que informar de la meta u objetivo que persiguen, explicádole lo que se requiere de él, mencionándole cuales son los recursos de los que se puede valer dentro de la casa o el colegio. Es así, como niños y jóvenes se sienten tomados en cuenta, reconocidos, que son parte de.
  • Además de brindar información los adultos deben brindar tolerancia y generosidad, sabiendo que son ellos quienes tienen que dar de sí para poder guiar adecuadamente este proceso, que no ocurre por arte de magia, sino que es fruto del entrenamiento y la practica constante. La tolerancia se logrará cuando logramos identificar las emociones, tanto del niño o joven como las del propio adulto, y también con la consciencia de que las personas no somos lo que actuamos, sino que estamos en un proceso de aprendizaje constante.

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